Punto gemidoVoz y verbo

Plegaria roja

Plegaria roja 
Luna Navarro Salas*



——–
¿Acaso será veneno o dulcecito manjar? Dime, mi querida bestia, ¿no has dejado ya ese color glauco por uno aceitunado? Pobre bestia, en cada mirada más cedes al poder de afrodita y, cual toro, te abismas ante ese paraíso rojo que tanto deseas, y es así cómo termino siendo, yo, tu último gemido en esas noches de aflicción; pobre bestia, no puedes ocultarte ni en el día, donde me contemplas como un cuerpo, porque eso eres y eso serás, carne que anhela carne.


——–Vamos, mi dulce bestia, tómalo, porque este cuerpo es el cáliz que contiene el elixir de tu divinidad, desata ese «te quiero» y conviértelo en un «te amo» que duela, que enferme, un «te amo» que mantenga esa obsesión que alimenta mi ego dejándome un sabor agridulce después de probar tu cínica sonrisa y tus lujuriosas palabras. Ámame, ámame en secreto, ámame como la dama roja que despierta esos pecados carnales que tu santo te prohíbe y no te enfades por los otros cuerpos que me admiran, son solo espejos de lo que tú eres, no busques ocultar tus deseos de posesión a través de la protección, pues eres tú, mi dulce bestia, quien tiene ahorita el mayor altar. Sé acepta, vive, arrodíllate, déjate llevar por ese instinto y te juro que haré una aparición divina, te juro que iré más allá de esa ventana (ese lugar donde has concebido y reprimido todas tus fantasías mientras me observas con sutileza). Tócame, tócame con la misma agresividad y frecuencia con que tienes esas fantasías, haz que sangre la dama roja y luego reza por que la próxima vez sea más satisfactorio, que valga la pena morir en un gemido y renacer en una plegaria con el virgo intacto.


——–Y cuídate antes de caer en esta piel, cuídate mientras esos mantos negros estén salpicados de verde, sostén cada respiro, no querrás morir ahogado tras la ventana que es el puente de tu obsesión, el conector con tu dama roja. Cuídate, mi bestia, porque seré yo el torero que clave la espada en el cuerpo del animal, seré yo quien penetre el puñal, derramando así tu integridad, tus creencias, tus principios. Es más, mientras más duela tu adicción al puñal, más debes venerarme; rasga, rasga el altar que es mi cuerpo para ti, domíname y se tú quien termine con el control de mi respiración, ahógame con el olor de tu cuerpo después de ser amado por el mío, llévame al éxtasis, dame ese sentimiento placentero que viene después del dolor, aprovéchate de lo ingenua que soy. Porque soy yo quien, montada sobre la bestia, cayó debajo siendo así atravesada por los cuernos, soy yo la que está rodeada de ese aroma a mi sangre, soy yo quien está envuelta en estas sábanas blancas, complaciendo así las plegarias de su fiel súbdito que, envuelto en los sentimientos que más se le prohíbe, decide apoderarse de aquel altar y convertir a aquella dama en la dama roja que realmente desea.


*(Zipaquirá, Colombia)

Estudiante del colegio La Salle de Zipaquirá.
Miembro del club de literatura (desde el anonimato).
Curso de literatura Casa de la Cultura.

lumanasaluna@gmail.com
@luna_lamilagros

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