La evasión
Las revoluciones inician con pequeños actos, en ellos recaen las angustias acumuladas, tensiones y pulsiones a la espera de ser liberadas.
¡Evade!, esa era la consigna.
Y la palabra identificaba el malestar que había ocasionado en la población el alza en el pasaje del metro, reflexionaba Efraín mientras caminaba a paso raudo en dirección a la Alameda. En su trabajo y debido a las diversas manifestaciones, le habían permitido retirarse más temprano. Ahora quería aprovechar estos momentos para integrarse a la marcha convocada para ese día, la que ya enfilaba en dirección a la Plaza Baquedano, más conocida como Plaza Italia – ahora, Plaza de la Dignidad-. Entusiasmado, se ha integrado a la multitud de personas y junto con estos camina gritando las demandas y entonando cánticos que brotan espontáneos. De su mochila sacó una Bandera y un pequeño lienzo de color amarillo donde destacaba, en letras negras, la leyenda: “No + AFP”; emblemas que agita eufórico mientras se acopla a alguno de los gritos que se escuchan. Miles de personas, jóvenes, adultos y familias con niños, van marchando por la Alameda. La gran mayoría lleva cacerolas las que golpean a modo de tambor produciendo un sonido armonioso. Mientras camina, Efraín no ha dejado de pensar en que pocos días atrás, conversando con un colega de trabajo en relación a las condiciones en que accedería a su pronta jubilación, había concluido, desanimado y con pesar, que ante tanto malestar podría estallar el descontento social. Y, así ocurrió.
Pero no fueron ellos, o gente como ellos, es decir hombres ya entrados en años, quienes iniciaron el movimiento. Fueron los jóvenes, hombres y mujeres, quienes tímidamente comenzaron a convocar a quienes quisieran escuchar, a evadir el pasaje del metro. Se juntaban en las estaciones y cuando ya había varias personas reunidas, todos juntos saltaban el torniquete y se abalanzaban hacia los andenes para abordar los diferentes carros, a pesar de que siempre fueron reprimidos duramente por la fuerza policial. Pero nada los detuvo. El movimiento se hizo visible en todo el país, y los días 18, 19 y 20 de octubre, tomó ribetes imparables; las marchas y cacerolazos se intensificaron. La represión no hizo más que enardecer los ánimos, se ocasionaron diversos destrozos en las estaciones del tren subterráneo provocando su paralización. El gobierno decretó estado de emergencia y se instaló un toque de queda. Militares salieron a la calle a custodiar a los ciudadanos, pero lo que ocurrió fueron incendios y destrozos de las estaciones del metro y saqueos diversos a los supermercados y negocios.
Las manifestaciones continuaron, Isidora -la hija de Efraín-, avisó que hoy, 21 de octubre, concurría a otra marcha con sus compañeros de universidad. Le ha pedido a su padre que tenga cuidado, pues las noticias que están entregando los noticieros nacionales no dicen todo lo que realmente está ocurriendo y por las redes sociales circulan videos con noticias alarmantes: muchos jóvenes han perdido sus ojos debido a disparos de balines por parte de Carabineros, acciones criminales que han sido rechazadas y denunciadas a nivel mundial. Él la ha escuchado en respetuoso silencio. Se siente orgulloso de su hija, pues reconoce que él desde un tiempo a esta parte, se había convertido, junto a su generación, en un verdadero “cordero rumbo al matadero”, estado de ánimo que según creía, se debía a los años de dictadura.
Las diversas conversaciones entre los manifestantes, las consignas que se gritan a cada rato, dejan en claro que esto no es solo por los treinta pesos del alza del metro. Es mucho, mucho más. Este gran despertar de la población tiene que ver con todo lo que nos han quitado: la salud, la previsión, la educación, el agua, la luz, las carreteras, la pesca, los ríos, el acceso al mar; en fin, todo lo privatizado, asegura un grupo de mujeres que es parte de la marcha.
Mientras va caminando junto a los demás manifestantes, Efraín, contento, sabiendo que esto no ha terminado aún, se atreve a soñar que tal vez, por todo esto que está pasando, su jubilación a la que deberá acceder el próximo mes, sea algo más digna de lo que entregan hoy las administradoras de fondos de pensiones.
¡No más AFP!, alcanzó a gritar Efraín, a todo pulmón, antes de ser golpeado, detenido y subido al carro policial junto a otros manifestantes.
El autor
Miguel González Troncoso
Orientador y Mediador Familiar