Punto gemidoVoz y verbo

Tres actos

Tres Actos 
Shannon Estefannia Casallas Duque*



III

——–Los vecinos tienen sexo casi todos los días, casi todas las noches, casi todas las horas. Las paredes retumban marcando el camino de procesión entre el jugueteo de las lenguas durante un beso de bienvenida y las penetraciones incesantes. Los gritos y los gemidos dibujan orgías de a dos celebradas por Dionisio; orgías que se enmarcan en vino y comida rápida. Lo sé por las innumerables botellas y cajas de pizza que se asoman cada mañana en los contenedores de basura en el sótano del edificio.


——–Odio a mis vecinos y la facilidad que tienen para fornicar, aunque me gusta cuando en ocasiones perdemos las manos entre nuestros cuerpos agitados y piernas temblorosas. Nuestra piel se desliza con saliva y fluidos que brotan con cada movimiento. Tenerla a ella, tenerlo a él, ambos me tienen a mí en una sinfonía de compases crecientes que culmina cuando siento mis dedos húmedos y escucho el silencio que prosigue al acto en el apartamento de al lado.


——–Cada día y cada noche, mi mente se llena de imágenes que aceleran las palpitaciones y provocan demandas inmediatas. Entonces, inicio con mis manos un camino desde la entrepierna hasta mi vulva, acariciándola con mis dedos y adentrándome hasta el núcleo de mi existencia que al verse satisfecho me deja por unos momentos ir al cielo y robarle suspiros a los ángeles.


——–Los hombres se excitan por el color pálido de mi piel, la firmeza de mis senos que se asoman en las transparencias de mis camisas y la forma redonda de mi trasero que se marca por vestidos. Se imaginan separando mis muslos debajo de faldas para sentir el calor irradiando de mi vagina. Siento sus erecciones bajo pantalones holgados durante los abrazos en saludos y despedidas procuradas. Las mujeres disimulan en conversaciones esporádicas sus miradas curiosas e imaginación pervertida que las lleva a verse sobre mí, saboreando mi sexo y compartiendo su cama.


——–No creo que nadie aquí tenga el valor para ir más allá del morbo insatisfecho en las miradas lascivas y los pequeños mordiscos en labios pulposos que suponen invitaciones para adentrarse en laberintos exóticos. La naturaleza del alma se expresa en la dualidad del cuerpo dispuesto, por un lado, a rendirse ante las necesidades carnales que demandan alimentar a una bestia por momentos insaciable y, por otro lado, a esconderse y protegerse del contacto pecaminoso que lleva a pasiones desenfrenadas.


——–Poco se puede decir de la vida sexual de alguien con tan solo una mirada. Nadie imaginaría al verme que son más las fantasías que explotan en mi cabeza que los actos que han sido inspiración o excusa para dichas fantasías. Sin embargo, se requiere solo un momento de duda para dar inicio a la locura.



II

——–Mensajes sin respuesta. Llamadas ignoradas. Conversaciones cortas en buses que apestan a perfumes mezclados con lluvia. Mi vida se ha vuelto una búsqueda de verdades y revelaciones que van de fracaso en fracaso. Han pasado varios meses ya desde la última vez que probé una boca con sabor a fresa y eyaculé sobre la cara de alguien.


——–En la oficina, en las calles, en los cafés y bares donde entretengo el aburrimiento de los viernes, solo puedo pensar momentáneamente en meterle mi miembro erecto a las mujeres lindas que pasan en frente de mí; mujercitas de senos grandes y caderas anchas, pero fuera de mi alcance. A veces pienso que la necesidad se dibuja en mi cara con una sonrisa donde se asoman dientes prestos a morder y una lengua lista para juguetear.


——–Busco pornografía en las tardes solitarias, videos de todo tipo aparecen en el historial de mi ordenador: oral, anal, tríos con dos mujeres o dos hombres (me excita ver cómo llenan a una mujer), orgías, lesbianas, milfs, fantasías con el doctor, con el profesor, con extraños que hacen domicilios. Escupir mi mano y envolver mi pene en mi saliva mientras observo a mujeres gemir y pedir por más, con senos firmes y redondos que se mueven de arriba abajo o que abrazan mi pene mientras me como el clítoris de una segunda mujer hace que me corra en minutos. Cada historia se acumula en mi mente en un archivo de fantasías que espero llevar a la realidad algún día.


——–Algunas mañanas la erección no baja y debo encargarme en la ducha para no dejar los rastros en las sabanas o usar demasiados pañuelos. Pienso que debería lavar las sabanas pronto.


——–Todo se ha vuelto una carrera para llegar a tiempo a todos los lugares; aunque el sexo es lo contrario, no hay afanes, no hay tiempos, solo placer que busca ser prolongado en posiciones que develan panorámicas deliciosas donde la piel tersa y suave muestra constelaciones de lunares ocultos a la cotidianidad. El cuerpo de una mujer se contorsiona sobre mis pernas y contrae sus muslos para dejarme saber que está excitada, escupe mi boca, lame mis mejillas y succiona los lóbulos de mis orejas haciendo que la punta de mi pene se lubrique un poco. La desvisto despacio y sonrío cuando encuentro lencería blanca de encaje bajo la ropa. Me dejo llevar por sus manos que guían las mías y encuentran sus pezones erectos donde doy besos, luego su trasero suave que aprieto hasta que arquea su espalda y, finalmente, su vagina, que ya está húmeda. Deja que mis dedos se muevan desde sus orificios hasta su clítoris, los muevo lentamente, haciendo presión leve mientras ella se pierde en el momento dejando caer su cabeza hasta atrás, mordiendo sus labios, apretándome y tomando mi pene en sus manos. La voy a penetrar.


——–La puerta del taxi en el que voy a mi trabajo se cierra y me expulsa de forma inmediata de mi fantasía. Estoy confundido. No debería haber cambios en el trayecto desde mi casa hasta la oficina, nadie sube o baja en las diez cuadras que recorre el vehículo, solo yo. La escucho hablar. Apenas respira. «¡Perdón!, ¡disculpa!, ¿podríamos compartirlo?». Yo estoy mirando sus labios, pero ella está mirando mi entrepierna. Mis pantalones no esconden mi erección y están manchados con lubricación; mi primera reacción es cubrirlos pero antes de poner mi mano, ella la aparta y le pide al conductor regresar al lugar donde me ha recogido.



I

——–La rapidez con la que sus manos encuentran los botones y cremalleras para desabrochar su ropa y probar su piel se ha construido con las miradas lascivas durante el recorrido en el taxi. Un acto fortuito que ahora pareciera ser el destino.


——–Por momentos se pierden en el otro, un cuerpo amorfo que se une al ritmo de las respiraciones aceleradas y los gemidos suspendidos en el aire, un baile de movimientos torpes y acertados que los lleva desde la puerta del apartamento hasta una habitación en donde se desploman sobre una cama tendida con sabanas azules.


——–Ella ha mojado su ropa interior y él la saluda con la misma erección que tenía en el taxi. Ambos se besan como si la vida dependiera de ello; se muerden y lamen como si fueran invidentes grabando en su memoria nuevas tierras: superficies curvilíneas de las que emanan manjares celestiales. No pueden parar de descubrirse con su tacto, su olfato, su lengua y sus pieles haciendo fricción una contra la otra, elevando la fiebre que crece en sus vientres, ahogándose en el deseo de poseer y ser poseídos.


——–Él toma la delantera, está sobre ella cubriéndola, mostrándole su fuerza cuando arremete contra sus pechos y sus caderas con su propio cuerpo. Con cada beso marca el camino hacia las montañas blancas que hacen parte de su anatomía y con delicadas mordidas se acerca a los picos inmaculados que las adornan como dos cerezas blandas en la boca de un niño. Ella, en respuesta, arquea su espalda y abre sus piernas, las puertas del cielo, para que él siga su camino y pruebe la inmortalidad. Unos segundos más tarde, sumergido en cataratas de agua dulce, se pregunta cuánto tiempo ha podido vivir sin sentir tal placer que incrementa cada vez que ella, con sus manos, lo empuja hacia su vagina y se mueve en círculos para que él, con la punta de su lengua y sus labios, trace caminos en su clítoris.


——–Su saliva, sudor y miembro erecto en su boca hacen que se lubriquen aún más sus labios, abriéndolos como rosas durante la primavera listas para hacer brotar su néctar. Cada movimiento de sus manos hace que él se estremezca, contrayendo su vientre y flexionando sus dedos, intentando concentrarse en prolongar el placer y no llenar su boca con semen. Ella escupe en su pene y su lengua se mueve de arriba abajo, succionando su glande y haciendo presión sobre este. Sus manos acompañan los movimientos y él no puede evitar mirarla en el reflejo del espejo, se encuentra vulnerable mientras lo masturba.


——–El éxtasis lo encuentra tras correrse con él adentro, mientras besa sus labios carnosos y su respiración se acelera a la vez que sus dedos dibujan círculos desenfrenados sobre su clítoris, masturbándose mientras él la penetra. No puede contener la risa que deviene del placer o esconder sus mejillas sonrojadas, solo puede verlo y abrazar la mortalidad entre sus piernas, empujándolo con fuerza hacia los abismos que esconde su sexo y que los baña con humedad tibia.


——–Ahora, quiere más. Se da la vuelta despacio mientras él yace boca arriba sonriente y baja nuevamente, se saborea en su miembro, lo recorre con sus labios y su lengua. Unos minutos más tarde, ella está apoyada sobre sus manos y sus rodillas, mirándolo en el reflejo del espejo y sintiendo su excitación en el cambio de velocidad con el que la penetra. Lo siente deslizándose más profundo y más grande dentro de ella; siente sus manos agarrando sus pechos, en sus hombros, sosteniéndola y trayéndola hacia él, en sus nalgas rojas por las nalgadas que la hacen gemir y pedirle más: más rápido, más duro, más rápido, más duro; hasta que se detiene momentáneamente y le deja sentir las pulsaciones en su glande. Se dobla sobre ella y la aprieta como si toda su energía se encontrara en su pene mientras el semen se mezcla con su lubricación. La enviste cuatro, cinco, seis veces hasta que siente que su alma ha escapado de su cuerpo con cada eyaculación y vuelve a él en cada bocanada de aire.


——–Exhaustos, se miran, sonríen y se besan en silencio porque la despedida aguarda tras la puerta, fuera del edificio donde el taxi aún espera.




*(Bogotá, Colombia)

Licenciada en Educación Básica con énfasis en Inglés
y Especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo
de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Docente de Ingles en la Academia de Idiomas Smart.

Escritora publicada en revistas especializadas en cine como
Candilejas y Breaking Boundaries de la Universidad del Tolima,
y la revista
Top Grade de la Universidad Distrital F.J.C.;
en revistas especializadas en creación literaria como
Ala Palabra de la Universidad Central, la revista Sinestesia y la revista Ágora
de El Colegio de México, Centro de Estudios Internacionales;
en revistas de investigación educativa como
Infancia Recuperada de la Universidad Distrital F.J.C.
y de actualidad como la revista
Cronopio.

paris_606@hotmail.com

Déjanos tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos: El responsable del proceso es Revista Sinestesia. Tus datos serán tratados para gestionar y moderar tus comentarios. La legitimación del tratamiento es por consentimiento del interesado. Tus datos serán tratados por Automattic Inc., EEUU para filtrar el spam. Tienes derecho a acceder, rectificar y cancelar los datos, así como otros derechos, como se explica en la política de privacidad.

Más en:Punto gemido

Mastodon
Sinestesia 17 Sinestesia 16 Sinestesia 15 Sinestesia 14 Sinestesia 13