Ecos de Polvo y Silencio
«Hoy recorro las calles y lo que quedó de nuestra habitación. No distingo una de la otra. Es un solo sendero en el que retumban ecos de polvo y silencio. »
Te busco entre los escombros, en medio de la devastación, mientras el eco de nuestros recuerdos resuena entre las ruinas. Los ladrillos caen con un sabor metálico que resuena en el aire, llenando el espacio con un eco amargo que se siente en la piel. Son los recuerdos que gritan entre mis entrañas. En el inhalar de nuestros encuentros, en las ruinas de esta guerra. Son las mismas calles hechas polvo por donde aquellas mañanas el amanecer nos citaba, tu con los libros, yo con las telas. Recorríamos las mismas calles que a diario se hacían más cortas.
Te preguntaba por tus estudios y para qué servían. Nunca entendí muy bien, eso de querer entender el mundo más allá de las murallas y los puestos de control, me dijiste que solo lo podría entender cuando dejáramos de huir, de escondernos, de tener miedo en nuestra propia tierra. Porque lo que llamamos mundo, existe solo para seres que no tienen que estar preparados a cada instante para huir.
Sabía de los incontables martirios a los que habías sido sometida, tú y tu familia. Los recordamos a diario en las reuniones familiares, una forma de mantener viva la memoria. Una forma de sentir los estragos de los colonos usurpadores. Una forma de sentir el dolor de tu hermano menor, cuando las fuerzas de ocupación lo encontraron jugando en el campo. Allí a la fuerza tres hombres lo sujetaron, rompieron sus brazos, mientras lo insultaban y advertían que lo hacían para que aprendiera a no lanzarles piedras. Contábamos la historia del primo acribillado en la calle, solo por transitar por el lugar equivocado. De la abuela que murió por un disparo de un francotirador, allí calló, arrodillada mientras oraba. Y de la temporada en que casi morimos de hambre y sed, porque los colonos en su desquiciada mirada del mundo, sellaron con concreto el pozo del que extraíamos el agua una veintena de personas.
Así era necesario escuchar y repetir las historias, una y mil veces. Escucharlas de tus labios, era oír el dolor de las heridas, el olor de la muerte, la angustia amarga. Y siempre me recordabas que nuestro mundo solo podía componerse de historias, del recuerdo de nuestras vidas, que teníamos que llenarlo de lamentos. Porque era el espacio vacío que la ruptura como humanidad nos había dejado. Que si no lo llenábamos de lo que eramos, vendrían los fantasmas devoradores de la historia, para dejarnos ausentes de ella, por el resto de la eternidad.
Luego, en la calidez de nuestra cama caías en sueños profundos, mientras las bombas atomizaban las casas de nuestros vecinos, mientras la incandescencia del fósforo blanco iluminaba las calles en medio de una algarabía de sabores ardientes, una fragancia amarga y luminosa, que desintegraba la carne hasta el hueso, y el hueso hasta el polvo.
Y cuando despertaste y viste en mi rostro el fin de los tiempos, el lugar donde se ha perdido toda esperanza. Tocaste mi cara, mis ojos, mientras decías que intentara dormir, que solo allí estaban los gozos de la inmortalidad, que el sueño es el amigo intimo de la muerte. Te pregunté entonces por la esperanza de ser algún día libres, así fuera en la profundidad del sueño. Y en la insondable oscuridad de tus ojos, resonaron aquellas últimas palabras: ¿de quien quieres ser libre y para qué?
Hoy recorro las calles y lo que quedó de nuestra habitación. No distingo una de la otra. Es un solo sendero en el que retumban ecos de polvo y silencio. Donde el viento es la muerte que llega con un susurro frío, mientras deja ver entre los escombros, los juguetes ensangrentados de nuestros niños, y los restos de la manta que cubría nuestras noches, de ella solo quedan las palabras «desde el río hasta el mar».
El autor
Jimmy Morales Roa
Ingeniero de sistemas – Literato
Un relato desgarrador sobre la guerra y el conflicto palestino. Describe la búsqueda entre las ruinas, evocando recuerdos dolorosos y la pérdida de la esperanza. Es crudo y visceral, cargado de imágenes que transmiten la desolación y el sufrimiento.