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El Corazón y el Sombrero. Marta Gómez canta a Federico García Lorca.

‘El Corazón y el Sombrero’ Marta Gómez canta a Federico García Lorca.

Por Julieth Alemán Yepes.


Todos comprendemos que la poesía es una expresión que reúne diferentes imágenes y sonidos, es una fusión de armonía que cobra resonancia en la lectura, en la voz y en las fibras más sensibles del recuerdo que solo la cabeza y el corazón logran reunir.

La poesía de Federico García Lorca comprende diferentes testimonios de su vida, de sus experiencias más humanas y de su pasión por las letras, las cuales se van convirtiendo en imágenes vivas que pertenecen al lector que se deja seducir por aquella poesía melancólica y pasional. Lorca es el mejor exponente de esos sentimientos ocultos que no se dicen ni a voces, ni con los ojos, sino con la musicalidad en que la poesía entra en la vida del lector que está apunto de descubrir un Lorca hombre y no poeta.

Tal vez, de esos mensajes ocultos, nace lo que es para mí uno de los mejores homenajes que se le pueden hacer a un poeta, y es el de llevar su poesía a un máximo nivel de belleza, una fusión de artes que se complementan de  manera precisa, y sobre todo humana; aquella relación tan estrecha con el sentimiento y la palabra, con la sonoridad y la complementación de instrumentos que devuelven a la vida al poeta y a su obra. Marta Gómez logra llevar la poesía de Lorca a un nivel superior, no solo porque hace música, sino por la interpretación que da a cada poema, por los tonos suaves que canta, familiarizándose con la palabra y por la disposición de cada nota perfectamente adecuada entre las imágenes de un universo romántico.

Con un sonido natural, las canciones de Marta Gómez se van convirtiendo en un espectáculo que llena de gozo y melancolía a quien escucha la percusión, las gaitas y las guitarras juegan como en aquellas plazas descritas por Lorca. La sensación que se transmite con cada canción llena completamente esas imágenes de colores que se van formando en la cabeza. La tierra, el amor, la muerte, el agua, los árboles que imploran morir son esa fantasía que entre cada ritmo de Gómez se va penetrando completamente en nuestra sensación de escuchar aquella música tan terrenal, pero que va más allá de una rutina de composición.

Sin duda, son 14 canciones que se van adecuando completamente al momento de escucharlas, Lorca y Gómez logran jugar con nosotros, nos hacen participes de ese arte, nos llevan, de algún modo, de la mano contemplando abiertamente esos abismos de locura y fantasía que se van mezclando completamente para formar un solo organismo artístico. Sin duda alguna, escuchar este homenaje es ir directo a las sensaciones y a esos sentimientos tan ocultos que tenemos, por eso vale la pena dejarse llevar por una balada, una milonga campera o una rumba flamenca, de esas que tanto gustaban al poeta Lorca.

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