Usurpador
(Texto completo)
Julian Alexander Vidueñez*
El arte me permite liberar mi maldad sin dañar a nadie, pero a mí me han dañado, no existe cura, ¿qué he de hacer? Resulta difícil encontrar salida a este dilema, el dolor no me preocupa pues ya estoy acostumbrado a él, e incluso disfruto su compañía. El problema consiste en la ira y el odio, ellos no me permiten estar tranquilo, hierven mi sangre tornándola más espesa. Me impulsan a descubrir cosas nuevas con afán de encontrar algo que los calme, me llenan de fuerza; mi cuerpo se hincha, mis músculos se cargan, la adrenalina corre libremente, pero me cuesta trabajo controlarme y mi mente se vuelve inestable. El odio me llena de vida y él solicita algo a cambio, se requiere la propia existencia de otro ser, ¡tal vez lo consiga! Después de todo, la carne es tan solo carne, ¡pero yo soy más! Encontrare satisfacción a mi deseo, he de tomar la vida de alguien a quien nadie pueda extrañar.
El sueño trataba de vencerme, las voces de esa persona me confundían, era consciente de que había nacido dentro de mí y ambos sabíamos que de seguir así me consumiría por completo, yo, sin importar el cansancio, debía continuar, en realidad no sabía si estaba comenzando o terminando. Recordaba algo de un juego con el espejo, empleado por Lewis Carroll, en el cual las palabras se escribían de forma opuesta y podían leerse al confrontarlas con su reflejo… Pero esto era algo diferente, era más como devolverme; como ir hacia atrás en el tiempo, volver sobre mis pasos y lograr hacer bien las cosas que hice mal, dejar de ser tan torpe, de hacerme tanto daño, de cultivar esa oscuridad. Mis ojos comenzaron a arder y fue necesario mirar al espejo para saber si tenía algo en ellos, mi reflejo me dijo:
-No tienes nada en los ojos.
-¿Cómo, me he quedado dormido?
-¿Por qué crees eso?
-Porque es imposible que mi reflejo tenga voluntad propia
-Me parece absurdo lo que dices, pero si deseas que me someta a ti, así será
Entonces él realizó todos los movimientos y pronunció las palabras que yo decía, aunque sus ojos tenían el brillo de ese deseo del cual carecían los míos, la curiosidad me domino y le pregunté:
-¿Cómo pudiste actuar sin imitarme?
-Puedo hacerlo porque soy tú, pero también soy yo. Soy idéntico a ti a la vez que soy tu opuesto. Al permanecer en el espejo mis posibilidades son el doble que las tuyas.
-Muéstrame.
Julian desapareció, luego su voz me llamo desde la sala, una vez llegue allí, él me saludo desde el espejo frente al sofá y me señalo las ventanas donde su imagen se multiplicaba, él se divertía al contemplarme desde varias perspectivas, sus voces repetían con solemnidad:
-¿Quieres experimentar esta libertad?
-Si
-Pon tu mano sobre la mía y di Lebzul tres veces
Una vez hice lo que él dijo, me encontré dentro del espejo. Él se burló de mí y se marchó, intente seguirlo pero me fue imposible, yo permanecía atrapado hasta que era transportado a una nueva cárcel en la que mi reflejo se atrevía a verme pero jamás a tocarme, estuve en salas, baños, lagunas, cuartos, vidrios, en los ojos de personas desconocidas… Pasaron años antes de encontrar la forma de volver a este mundo, ahora me encuentro sin esperanza de refugiarme en el arte, pues él se ha quedado con ella. Me odia y yo me veo obligado a permanecer en mi casa, sin espejos ni nada que pueda reflejar a ese ser maligno que desea apoderarse de mi identidad.
Estudiante de literatura Universidad Autónoma de Colombia