La noche, la calle y sus gonorreas
Adrian David Ortega León *
(1)
Hoy por hoy
Negra, nada de esto me hace mayor gracia. Que tal si le dijera, que acabo de limpiarlo todo y que con todo se fue todo, incluso usted. En lugar de sentirme correctamente, es lo contrario. La escritura, aún no me ha salvado, solo le ha puesto nombre a mis demonios.
En sustracción con el tiempo, comenzó a invadirme una amargura cósmica que me dejó atónito, con un par de recuerdos gélidos. Penetrando con los dedos a las mentes de mis demonios más enfermos, decolorando el eterno celeste, un impredecible momento.
Palabras y más palabras. Me enredo en silencio, sacándome los pensamientos con un ‘pajaso’ textual, mitigando al tiempo, saltando garabatos y haciendo marañas con ambiciones, pálidas ambiciones para
un artista des-figurativo.
…No soy quien. Pero nuevamente busco refugió detrás de jergas y me discurro, rezongo, y no encuentro nada, me aburro. No soy nadie y ahora estoy lleno de olvidos. No soy quien, pero evito la palabra y se descompone en una sonrisa, con esta afirmativo.
(2)
Por aquello que empezó sin dormir
Mis manos dibujarán a las estrellas que musitarón su nombre sobre la humedecida y traslúcida oscuridad, arrastrando conmigo los lirios que yacen de la ausencia, una sin figura. Tras el último gesto de la madrugada, las sombras no serán más.
En medio de hilos frágiles y fulgentes, el sol invade la ciudad con una fuerza utópica entre matices violeta sobre el cielo.
Laura! Las caricias del ocaso han dejado brechas con una profunda hendidura de un tamaño exorbitante. Laura, no me preguntes porque traigo la mirada de un verdugo o las manos ensangrentadas, no me preguntes si acaso he dormido o si estoy ebrio. Aun me cuestionó lo suficiente mitigando las horas, exclamando con furia ¿qué pasó con las sombras que han perdido sus cuerpos?
¿A caso nunca se fueron?.
Construyó una balsa con mi cuaderno y voy remando mares secos en días inhóspitos, con las manos cubiertas de dermatitis, dando mordiscos débiles a las hojas, con las encías repletas de escorbuto y ‘pus’ para llegar a este lugar y sentirme como vapor de agua helada y hacerme charcos entre un bordillo, esperando ascender para luego caer ebrio y ensimismado. La ebriedad, dice no caer, cuando se está tocando fondo. Me olvide por completo del alba y sobre qué escribía, son tiempos de silencio en medio del cinismo junto a un reloj, aquí ya no hay palabras, se las tragó la existencia que descompone por completo la búsqueda de un lenguaje.
-¿Que lo trae lo por aquí?. Me refutan las sombras. El color celeste atrás en las montañas, las islas castañas de un náufrago, llegue aquí remando en mi cuaderno, el vasto horizonte, un mar incongruente de lo que creía ser y ahora soy. Sonrío solemne mientras apilo palabras con tal veracidad y me sumerjo en ella.
Adrian David Ortega León
Colombiano.Floridablanca Santander
«Siempre he estado interesado en el campo de la escritura creativa y la literatura, como entre otras cosas que vienen ligadas a las mismas, es muy atractivo la manera en que el arte ingresa al cuerpo y una vez que entra, arde, quema y duele, pero no quieres soltarlo, porque, siento que me estoy aferrando al sol con los días y que todo es una página en blanco que llenar, es el desafío de la creación en la transición con los segundos, ¿acaso hay segundos en el espacio? Y si los hay, ¿Cuánto es un segundo en proporción al universo?»