I

Observando la angustia que me produce la existencia. 
Parado en la nada, mi vida errante y vacía, 
Aquí, mi interior lleno de desidia, 
nada cambia dentro de mi pecho, maldita felicidad tardía. 
 
El dolor es lo único que me hace sentir vivo, 
es la locomoción que dinamiza mi cuerpo aflictivo. 
Me autoengaño frente al espejo, fingiendo la sonrisa, 
voy con caretas, pues mi mente tiene mi vida sumisa. 
 
Transito por la intransigencia de la realidad, 
al punto del brote psicótico, sumergido en la fetidez de la ansiedad, 
exclamo al cielo; sin respuesta, por piedad. 
En búsqueda de veredictos me aleje de la sociedad 
y la ataxia que me provoca la soledad, 
me condiciona a escuchar mi oscuridad. 

II 

Así, avanza la vida y los días son paulatinamente matutinos, 
los segundos se convierten en horas y la muerte esta distante. 
Bastante, es el tiempo para sobre pensar en el suicidio y la idea es apabullante; 
Constante, es la paranoia de ver mi presente poco apasionante, pero muy delirante.

III

Amanezco con los sentidos alterados. 
No puedo llorar, la tristeza es inmensa 
Y no permite formar una tormenta densa. 
No es posible, aun con los ojos conmocionados, 
me levanto y realizo acciones cotidianas; 
el alcohol y solipsismo es lo que me dan ganas. 
 
 
Son varios años y el cínico dolor supura  
por la grieta de mi alma impura. 
Saltando, las palabras de angustias añejas 
Se suicidan en estas hojas. 
Solo espero que cambie algo 
pero, solo cambian las horas.

IV

Son escritos que me describen, 
Y se escriben a las cuatro de la mañana, 
Sumergido en una noche de insomnio, sin luna, 
sin motivación alguna. 
 
Amo la noche, pues es parecida a la muerte; 
no se escuchan los murmullos de las personas,  
la oscuridad dura lustros 
Y no deja malos recuerdos. 
Cada vez que cae el sol: celebro 
mi propio cortejo.
Una resurrección en el dolor al amanecer.