Verdades sospechosas (Shattered Glass) Billy Ray, 2003
Por: Mauricio Vargas
De repente una historia sobre una convención de hackers es mucho más atractiva que un artículo sobre Gabriel García Márquez y las Malvinas. Quizá a finales de los noventa, con la llegada de Internet, sea más interesante hablar sobre piratas informáticos que sobre viejos escritores latinoamericanos y la política. O tal vez el cambio se deba al revolucionario estilo de Stephen Glass, el columnista más joven y celebrado de The New Republic. Nadie sabe de dónde saca sus descabelladas crónicas, pero resultan fascinantes para los lectores y para el comité que, en cada reunión, se divierte al escuchar los avances de su trabajo.
Solo que el periodismo no es ficción. En algún punto, demasiada diversión y entretenimiento se vuelve sospechoso y amenaza con minar la regla de oro: veracidad. Solo basta un cambio de editor para que la persecución comience. ¿Es Stephen Glass tan talentoso en la búsqueda de nuevas historias o tan solo un zorro de la fabulación?
Verdades sospechosas nos avienta a una implacable búsqueda de la verdad en medio de un enfrentamiento de egos, aquel inevitable ingrediente del ejercicio escritural. Esta cinta reafirma a los creadores y demuestra a los incautos que la palabra escrita es lo más traicionero que hay. Los universos que con ella se pueden crear de la nada no son tan perfectos como parecen. Solo basta una pequeña hebra fuera de lugar para destejerlos y librarnos de la seductora trampa de la escritura.