Cantos AbisalesVoz y verbo

Depuración

Depuración

José A. García. (Buenos Aires, 1983)

«Vio a su hijo preparar las tostadas que le pidiera, beber su café expendido por la cafetera automática, hojear el diario en una pantalla sobre la mesa. Lo vio untar las tostadas con el queso, lo vio terminarse el café. Lo vio dejar las cosas usadas, sucias y desordenadas, sobre la mesada.»

E El entrechocar de metales, rítmico, aunque un tanto acompasado, penetró en su sueño como un eco lejano de otra cosa para ir ganando fuerza y despertarlo poco a poco, resquebrajando las imágenes sueltas del sueño, las palabras no pronunciadas pero que habían sido usadas. Finalmente abrió los ojos. Reconoció la mesa de luz, el vaso con agua, los anteojos de lectura, cosas que sabía que le pertenecían. El resto de cuanto le rodeaba le resultaba un tanto extraño, no lograba encajar con lo que recordaba haber visto. Como si los muebles se hubieran movido durante la noche, como si la habitación fuera y no fuera la misma. Suspiró con resignación.

Se abrieron las gruesas cortinas que ocultaban la ventana y el sol ingresó con un brillo débil en la habitación, como si también él estuviera cansado.

―Buenos días ―dijo la voz aguda de su esposa.

―Buenos días ―respondió él varios tonos más bajo. Ya no odiaba las mañanas como antaño, eso no quería decir que las disfrutara, solo que había días en los que las toleraba mejor que otros―. ¿Qué día es hoy?

―Hoy es día de cambio.

Eso ya lo sabía, lo había notado cuando el sol entró por un lado de la habitación y no por el frente como el día anterior.

―¿Qué día es hoy? ―preguntó otra vez.

―Hoy es día de cambio ―repitió la voz de su esposa.

Suspiró con fastidio. Comenzó a vestirse con la ropa que encontró sobre una de las sillas.

―Función de ajuste ―dijo abotonándose la camisa―, depurar condiciones del habla.

―Depurando. ―La voz de su mujer sonó impersonal, con un dejo metálico.Terminó de vestirse, fue al baño y se lavó la cara, las manos, los dientes; pensó en bañarse, pero ya se había vestido. Además, de seguro se le hacía tarde para alguna otra cosa, por lo que mejor dejarlo para la noche.

Regresó a la habitación. Escuchó un sonido similar al de una campañilla cerca de la ventana.

―Depuración finalizada.

―Bien ―dijo―. Entonces, ¿qué día es hoy?

―Hoy es día de cambio ―respondió la voz de su esposa.

Meneó la cabeza. Esa cosa volvía a fallar, como casi todos los días. Sin decir nada más salió al vestíbulo y caminó por el largo pasillo.

―Buen día ―dijo sin entrar a la cocina―. ¿Qué hay para desayunar?

―Buen día ―respondió su hijo―. Café con tostadas. Las quiero bien hechas, sin quemar. En la heladera está el queso untable y la mermelada.

―Buen día ―repitió sin haber aún ingresado a la cocina―. ¿Qué hay para desayunar?

―Acabo de decírtelo ―respondió su hijo sin mirarlo.

―Buen día…

―Función de ajuste ―lo interrumpió su hijo―. Depurar condiciones del habla.

―Depurando ―se escuchó decir.
Vio a su hijo preparar las tostadas que le pidiera, beber su café expendido por la cafetera automática, hojear el diario en una pantalla sobre la mesa. Lo vio untar las tostadas con el queso, lo vio terminarse el café. Lo vio dejar las cosas usadas, sucias y desordenadas, sobre la mesada.

Escuchó sonar una campanilla sin saber de dónde provenía.

―Depuración finalizada ―dijo.

Su hijo lo miró con una expresión vacía, de completo desinterés, como quien mira una cosa que ya no le sirve y que lo mismo da si se la descarta o continúa allí.

―Buen día ―dijo―. ¿Qué hay para desayunar?

―Qué fastidio ―respondió su hijo antes de alejarse.

Escuchó la puerta de entrada abrirse y cerrarse con un golpe.

―Buen día ―dijo―. ¿Qué hay para desayunar?

El autor

Juan José Díez Gómez

José A. García

Escritor, guionista de historietas, blogger, profesor de historia

José A. García

Escritor, guionista de historietas, blogger, profesor de historia

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