Surgimiento, auge y caída
de la civilización barrancoide
«La arquitectura palaciega contrastaba con la suciedad de las calles, con los vendedores ambulantes y con los miles de humanos y biotecnologías que se transportaban caóticamente en bicicletas, caminando o corriendo.»
«A pesar de lo estúpidos y crueles que son los humanos, este es un maravilloso día.»
Cuna de gato, Kurt Vonnegut
Primera parte: sobre la ruinología barrancoide
Fue durante mi último viaje a los desiertos del Saladero cuando recibí una comunicación de la profesora M56 Gurna, una prestigiosa arqueóloga, miembro de la Academia de Ciencias y Artes de Daqaar.
Al principio, no parecía más que la invitación a un compromiso profesional, pero luego, la profesora se refería al descubrimiento en la isla de Urupina de nueve tomos y algunos objetos de contenido misterioso, que ella creía estaban relacionados con el culto que daría origen a la civilización barrancoide y a la religión homónima. Con motivo de la construcción de un nuevo edificio en el número 14 de la calle Noise Noel de Nuevo Scarborough, habían quedado expuestos unos cofres que databan de principios del siglo XXI y que contenían, según me explicaba, libros, documentos y mapas en idioma saladoide, así como ciertos objetos sumamente singulares, probablemente pertenecientes, según los estudios preliminares, a alguna secta que habría sobrevivido a la Gran Sequía.
La profesora Gurna había contactado a sus colegas de todo el mundo. Envió comunicaciones a Bronisław 00 Malinowski, bis., y a Catherine (Evans-Pritchard), pero nadie tenía noticias de aquella secta tan minuciosamente descrita en los documentos de Urupina; así que decidió contactarme a mí. Sin duda era un hecho curioso y que debía interesar a los cronistas de aquella isla, pero ¿qué relación tenían esos documentos con la civilización barrancoide y los desiertos del Saladero? Debía viajar a Daqaar para descubrirlo.
Segunda parte: surgimiento de la civilización barrancoide
La profesora M56 Gurna me hospedó en su casa de Daqaar. En ese momento se encontraba realizando una serie de conferencias sobre las máscaras dogón en el Museo de Arte Antiguo de Daqaar. Mientras la profesora Gurna daba sus conferencias, yo salí a caminar por las calles de la ciudad. Era vibrante, desordenada, decadente y hermosa. La arquitectura palaciega contrastaba con la suciedad de las calles, con los vendedores ambulantes y con los miles de humanos y biotecnologías que se transportaban caóticamente en bicicletas, caminando o corriendo.
Esa noche cené con la profesora Gurna en una pequeña taberna atendida por cuatro hermanas que compartían el mismo cuerpo. Mientras nos servían la sopa y las cervezas, la profesora Gurna me exponía su teoría, supuestamente respaldada por los documentos de Urupina, y que resumo a continuación: lo que hoy en día llamamos civilización barrancoide, y el culto religioso que la sostenía, y que dominó la casi totalidad de la tierra, está basado en un error de interpretación de los fragmentos de un texto arqueológico del siglo XX. Este texto trataba sobre la cerámica de los distintos pueblos que habitaron la zona que hoy llamamos desiertos del Saladero, hace aproximadamente siete milenios. «La religión en la que todos creemos, decía la profesora Gurna, «no es sino una lectura incompleta de un texto académico sobre los pedazos de cerámicas de varias culturas extintas». «El calendario que todos seguimos», continuaba, «está basado en las dataciones de carbono-14 de dichas cerámicas». «Y la figura mesiánica que se denomina hoy en día La Mamá/Papá, proviene de un pedazo de folleto que algún lector del siglo XXI utilizó como marcapáginas de dicho texto y que promovía un antiguo culto a la fertilidad, en el que la unión del falo y la vulva estaba representada por un hombre clavado en una cruz, que al parecer se llamaba Testigos de Jeová».
La teoría era tan descabellada que solo podía venir de una seudo-científica, de una ocultista o de una creyente en teorías de la conspiración. Pero la profesora M56 Gurna era una de las arqueólogas de mayor renombre en aquel entonces, una de las más respetadas especialistas en la civilización barrancoide. Pensar que nuestro calendario no tenía ningún origen místico, que no partía de ningún gran acontecimiento, sino que provenía de la datación por radiocarbono de unas vasijas, unos cuencos y unos botijos realizada por un arqueólogo durante el siglo XX, era tan absurdo que no podía mantener una cara seria mientras la profesora M56 Gurna me exponía su teoría.
Esa semana, la profesora me enseñó la totalidad de los documentos de Urupina, que estudié con fervor durante los años siguientes y que me llevaron a publicar, junto con la profesora Gurna, el artículo titulado Ruinología barrancoide: un estudio de los documentos de Urupina.
Tercera parte: auge y caída de la civilización barrancoide
«Se sabe que los tiempos que siguieron a la Gran Sequía fueron convulsos. La población diezmada encontró refugio en algunos oasis, en los que pequeños grupos humanos pudieron volver a reproducirse. El resurgimiento de culturas complejas se hizo mediante la reconstrucción de esbozos y espejismos del pasado. Se trataba, pues, de una lucha identitaria por recuperar una memoria perdida», decía la profesora M56 Gurna frente a un grupo de alumnos y profesores de la Universidad de Urupina, que la veían entre asombrados y escépticos. «El trabajo titulado Ruinología barrancoide: un estudio de los documentos de Urupina, que recientemente publiqué junto con mi colega **/* Kuniamo, en la Revista de Arqueología Barrancoide de la Universidad de Urupina, así lo demuestra», continuaba la profesora. Y así expuso la profesora Gurna las conclusiones de los análisis arqueológicos y filológicos que llevamos a cabo, ella y yo, de los documentos de Urupina, mientras los asistentes se salían de la sala de conferencias, y algunos, incluso, la abucheaban.
La tesis de la profesora Gurna fue recibida con mucho escepticismo al principio. Posteriormente, fue ganando cierto interés de otros académicos, que también se dedicaron al estudio de los documentos de Urupina. Pasados los años, más que una tesis, se empezó a reconocer como un hecho probado. Pero el culto barrancoide y la civilización que este culto sostenía, no decayó gracias a las investigaciones de la profesora Gurna, ni de los académicos que posteriormente trataron el tema. La fe siguió intacta durante décadas, siglos y milenios, hasta que una nueva manera de malinterpretar algún cuento, algún manual de escuela, una carta de amor o una factura de alguna compra, diera origen a otro culto más popular, más efectivo, más verdadero que el que sostenía a la civilización barrancoide. Un esbozo, una ruina, un pedacito de cerámica, una servilleta sucia. Un espejismo del pasado, sobre el cual se construiría una nueva identidad.
El autor
Luis Fraga Lo Curto
Poeta y escritor