Desesperación vitalVoz y verbo

El viaje

El viaje

Por:
Miguel González Troncoso. (Chile 1954)

Así, sumido en estos pensamientos siguió caminando, y solo cuando dobló por calle Estado, el panorama cambió y se animó un poco.

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A eso de las siete de la mañana Francisco Vita descendió del microbús y encaminó sus pasos por el Paseo Huérfanos hacia su lugar de trabajo, a esa hora las calles no habían sido barridas aún y se encontraban sucias. En la entrada de algunos edificios estaban instaladas algunas carpas donde dormían varias personas en situación de calle, otros lo hacían usando cartones extendidos para evitar la humedad del pavimento. Pronto llegaría el personal municipal encargado del aseo y ornato y comenzaría a tirar agua y a barrer la calle, es el momento en que estas personas abandonan estas hospederías ocasionales y arrastran sus maltrechos y cansados cuerpos y escasas pertenencias hacia los sectores periféricos del gran Santiago.

Mientras caminaba, Francisco reflexionaba en la fealdad que ha observado en la ciudad este último tiempo, fealdad que curiosamente la asocia, sin pretenderlo, respecto de su propio cuerpo. Y es que hace algunos días, cuando se miraba frente al espejo al afeitarse le costó reconocerse, mejor dicho no ha querido, pues ese rostro ajado, ese cuerpo disforme reflejado, no tiene nada que ver a cómo él se siente.

El cuerpo que él ve —su cuerpo— hace rato que ha comenzado a deteriorarse. Los brazos, a la altura de las axilas presentan numerosas arrugas, sus músculos ya no se notan, su piel está reseca, su cara no lo identifica. No es la misma de aquella fotografía tomada cuando era apenas un adolescente, bello, guapo, época en que gustaba de su cuerpo pues era como una unión cuerpo-mente, no como ahora en que su mente le dice que sigue siendo joven pero su cuerpo se ha ido en otra dirección y se ha puesto irreconocible. Se ha disociado de su mente. Cuando se observa al espejo, es para constatar que todo en él ha envejecido y deteriorado. Ha perdido varios dientes, otros se han soltado y están prontos a caer, su melena de juventud ya no está, ahora exhibe una calvicie que no quiere lucir; y lo que es peor, y que al parecer ha gatillado esta especie de nostalgia en él, es que últimamente ha sido objeto de numerosas muestras de amabilidad que lo han descolocado, pues cada vez que sube al metro o al microbús no falta quien le ofrezca el asiento. Al principio rechazaba estos gestos amables, de buena crianza, pero luego veía su imagen reflejada en los vidrios de las ventanas o puertas del metro, por lo que ha comenzado a aceptar —a regañadientes— esos ofrecimientos.
Ayer era cuerpo y pensamientos, una unión, ahora no lo siente así, lo abruma una sensación de profunda soledad, cree estar solo como nunca antes lo estuvo.

Así, sumido en estos pensamientos siguió caminando, y solo cuando dobló por calle Estado, el panorama cambió y se animó un poco.

Las flores de color violeta de los grandes y viejos jacarandá embellecen la antigua calle, algunas flores se han desprendido de los árboles y han formado una leve alfombra que él desdibuja con sus pasos, y que luego será borrada del todo por el barrendero. Como así también será borrado mi cuerpo, se dice, y mientras sigue caminando va reflexionando en que de verdad le habría gustado ser joven por siempre, pues son muchos los sueños no realizados y los años han pasado muy rápido.

Con estos pensamientos dando vuelta en su mente, y cantando por lo bajito la canción Forever Young, de Alphaville, se dispuso a entrar al edificio.

El autor

Miguel Enrique González Troncoso

Miguel González Troncoso

Orientador y Mediador Familiar

Miguel González Troncoso

Orientador y Mediador Familiar

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3 Comentarios

  1. Muy real lo narrado en este maravilloso cuento, es increíble como normalmente uno no va asumiendo las señas negativas del paso del tiempo, pero al mismo tiempo el ver la belleza de las hojas en el suelo, permite ver y entender que toda época, edad y situación tiene ambos lados, lo positivo y negativo, y que más que ver solo lo negativo, es fundamental ver lo positivo y hermoso de cada etapa.

  2. Las sensaciones de Francisco al caminar por las calles sucias y reflexionar sobre la fealdad de la ciudad en contraste con su propio cuerpo envejecido. Experimenta una sensación de soledad y nostalgia, que se ve momentáneamente aliviada al contemplar las flores violetas del jacarandá en la calle Estado. Este contraste estético invita a reflexionar sobre la fugacidad de la juventud y los sueños no realizados, añadiendo una profundidad emocional al texto.

  3. Descarnada y real narrativa de lo que nos negamos asumir cuando el otoño de nuestras vidas nos avisa que la vida se pasa volando y solo queda asumir el tiempo de los balances

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