La farola
Una suave brisa propaga el oculto mensaje. La luna llena se alía envolviendo su resplandor con oscuras nubes. Los edificios adyacentes corren las cortinas y tapan las ventanas con las persianas.
Los focos de la farola proyectan su ira anaranjada sobre una solitaria papelera repleta de hojas y ramas. Durará poco tiempo. El resto del parque urbano permanece a oscuras. Nadie en sus cabales suele adentrarse en los laberínticos senderos por miedo a perderse.
La farola teme su fin, pero no se rendirá; domina la extensión del parque desde su erguida posición y podrá defenderse de las amenazas que le rodean allá donde se extiende su fulgor.
Las demás papeleras conspiran en la penumbra un plan maestro para derrocar el último reducto de dictadura de la macilenta luz. Al mínimo indicio de sospecha, la farola aumenta el ímpetu de su brillo para desvelar cualquier atisbo de contubernio. Sólo teme al óxido que le corroe en días de lluvia. Los primeros pobladores del parque se aferran a la magia de la noche para pergeñar el más maléfico de los planes y conseguir sus propósitos. Un ataque demoledor para silenciar las insolentes bombillas antes de que amanezca.
Una suave brisa propaga el oculto mensaje. La luna llena se alía envolviendo su resplandor con oscuras nubes. Los edificios adyacentes corren las cortinas y tapan las ventanas con las persianas. La farola como respuesta aumenta la intensidad de su rabiosa luz.
En un rincón apartado, el olivo no puede intermediar con su sabiduría; tampoco escucharían sus ruegos por el deseo de la oscuridad, cada vez más latente, de recuperar el orden secreto de la naturaleza. Las flexibles ramas de los sauces sellan su mensaje conciliador. Las bombillas reconocen la estratagema como una traición tras semanas de lucha y contestan con duros chisporroteos ante las peticiones de armisticio. Las papeleras bisbisan entre sí. La contienda se recrudece. La farola siente amenazado su reino de luz, incluso por su sombra que se alarga y se refugia en la oscuridad.
Una bombilla se funde por el titánico esfuerzo; otra, estalla. El viento se intensifica, la lluvia golpea el parque. Los pinos escupen las pinochas y bombardean el terreno con las piñas que se desprenden. Los irregulares arbustos de los parterres se mueven, producen ondulaciones en la superficie. Las papeleras dan vueltas sobre su eje hasta que los chirridos se silencian.
Las cadenas de un columpio permanecen enroscadas al bastidor; sobre uno de los asientos crece el musgo. Entre las malas hierbas que trepan en la rampa deslizante del tobogán, surge el único testigo de la feroz batalla: un gato que huye entre desgarradores maullidos. Las luciérnagas y mosquitos viajan a otro parque, en la parte norte de la ciudad. La emigración será dura entre tanta mole de piedra.
El autor
Eugenio Barragán Fuentes
Psicólogo y escritor
En un parque urbano, la farola, símbolo de dominio lumínico, libra una encarnizada batalla contra conspiradores que buscan desafiar su luz anaranjada. La narrativa evoca una atmósfera misteriosa, personificando elementos naturales en una danza de lucha por el control. La farola responde con intensidad a las amenazas, pero la historia culmina con la desaparición de la luz, marcada por la fundición de bombillas y la victoria aparente de la oscuridad. Este relato, bajo la influencia estética de Roberto Bolaño, fusiona elementos fantásticos con la lucha elemental, creando una escena cautivadora de simbolismo y misterio.